El palacio de los marqueses de Villa Antonia, antigua casa de los Muñoz-Serrano, es un imponente edificio situado en la plaza del Carmen de la ciudad de Calatayud, en el interior de su Conjunto Histórico. El edificio, actualmente conocido por la referida denominación, se corresponde con la antigua casa de los Muñoz-Serrano, importante familia aragonesa que emparentó con los Villa Antonia mediante el matrimonio de Ana Muñoz-Serrano y Espuñez con Luis de Velasco y Palacios. Este último heredó el marquesado de su padre, el primer titular, a quien le había sido otorgado por el rey Alfonso XII en 1878. Dado que el escudo que preside la portada es el de la familia Muñoz-Serrano, y puesto que el matrimonio con el heredero del marquesado tuvo que celebrarse en algún momento cercano a 1880, puede concluirse que la última reforma exterior del palacio es anterior a esa fecha. En todo caso, y como se verá, dicha reforma enmascara una casa de gran antigüedad.

El valor artístico del edificio es conocido de antiguo, por mucho que su memoria se haya visto difuminada en los últimos tiempos. Mariano del Cos y Felipe Eyaralar, en sus Glorias de Calatayud y su antiguo partido, publicadas en 1845, describen la “Casa de Muñoz” de la siguiente manera:

La [casa] de la ilustre familia de Muñoz Serrano, situada tras del Carmen Calzado, aunque muy reparada y variada de su primitiva construcción, conserva un patio cuadrado con una galería, sostenida por seis columnas cilíndricas de piedra, que no pertenecen a ninguno de los géneros de arquitectura y cuyos capiteles son de ladrillo lavado de yeso, pero con tal finura que imita perfectamente la piedra, la galería tiene un balaustrado de hierro hacia el patio y una línea de arcos de piedra hacia la calle, hoy día tabicados, su techo está sostenido por columnas de ladrillo, lavados de yeso, cuyos sencillos capiteles y cornisas del techo se asemejan algo al género dórico.

Contiguo a este patio y frente al jardín hay un hermoso salón rectangular, con sus paredes muy bien lavadas y pintadas con varios escudos de armas y un buen maderamen con varias molduras doradas, este salón comunica con otro por una puerta con una cornisa blanca de yeso. En una de las antesalas de la casa, hay una porción de cuadros al óleo, entre los que se ven los de cuatro Emperadores Romanos que son Julio César Augusto primer emperador de Roma, Tiberio Augusto tercer emperador, Julio Augusto undécimo emperador y otro cuyo letrero no puede leerse, los otros cuadros son retratos de ascendientes ilustres de ambos sexos, muchos de ellos con el Toisón de Oro, y un joven Monarca”. (Cos, Mariano del; Eyaralar, Felipe. Glorias de Calatayud y su antiguo partido. Calatayud: Imprenta de Celestino Coma, 1845. Edición facsímil del Centro de Estudios Bilbilitanos, páginas XXIII-XXIV).

La fachada principal del edificio presenta un aire urbano y, en su aspecto actual, puede considerarse obra decimonónica. Por las palabras de Cos y Eyaralar puede entenderse que la reforma se habría ya hecho en 1845. Aunque sencilla, la fachada posee elementos de indudable porte, como la puerta en arco de medio punto enmarcada por pilastras y entablamento bajo el escudo con cinco escudetes de la familia Muñoz-Serrano, que sería responsable de esta reforma, como ya se ha dicho, previa por tanto a la transmisión del palacio a los marqueses de Villa Antonia.

Sobre una segunda línea de imposta se sitúan los vanos de la planta noble, adintelados y enmarcados por molduras en un conjunto coronado por sencillo guardapolvos sobre ménsulas.

La planta bajo cubierta se abre al exterior mediante huecos ochavados, aunque de lados horizontales más largos. Corona la fachada un elegante y discreto alero de madera.

El edificio forma un interesante conjunto con el inmueble contiguo, con el que tal vez guarde alguna relación no conocida que cabría investigar. Dicha construcción posee características exteriores similares y un interesante alero.

La fachada del palacio de los marqueses de Villa Antonia, en realidad, responde en casi todo, menos en su revestimiento, a modelos civiles muy anteriores, y es posible suponer que tras el enlucido se esconde una fachada de ladrillo reutilizada, probablemente rematada por galería de arquillos. La fachada lateral permite una aproximación a la realidad constructiva del edificio. En ella es posible apreciar ladrillo agramilado, tapial de yeso y diversas capas de revestimientos, con restos de dibujo de opus quadratum, lo que muestra la larga y rica vida constructiva del edificio.

La antigüedad del edificio se ve confirmada por la existencia en el interior del mismo de al menos dos grandes alfarjes medievales de gran importancia, que son los reseñados por Cos y Eyaralar en 1845. Ambos se encuentran en salones situados en la planta baja de la crujía junto al jardín interior y son de proporciones rectangulares con muros decorados por pintura mural de diferentes épocas. La techumbre más espectacular es un precioso alfarje policromado, de jácenas sobre trabajadas zapatas, o canes, y viguetas transversales sobre las que descansan los tableros superiores. Todo ello está decorado con motivos vegetales y geométricos que conservan todavía vivos colores y que, al menos inicialmente, en algunos casos pueden encuadrarse en la tradición mudéjar y, en otros, en un lenguaje clasicista. Al alfarje acompaña un friso alto, o arrocabe de grisallas, que recorre la pared con armas de la familia propietaria.

Dichos alfarjes, sobre los que el arquitecto Javier Peña ha realizado una contribución al Encuentro de Estudios Bilbilitanos, forman parte sin duda de un edificio medieval de gran interés para la arquitectura civil aragonesa, que adolece ya de gravísimas e irreparables pérdidas. Se cometería un grave error si se apreciara del palacio únicamente su espectacular forjado policromado y se arrumbara su valor principal: el de formar una obra arquitectónica antiquísima que ha preservado, con todas las reformas y adiciones fruto de la historia, su autenticidad tipológica, constructiva y material.

Hay que señalar al respecto que Cos y Eyaralar señalan la existencia de un patio interior, que es probable que se conserve enmascarado por sucesivas reformas totalmente o en parte. No poseemos en estos momentos, lamentablemente, mayor información sobre el edificio, aunque es muy posible, desde luego, que esconda otros muchos elementos de interés.

El estado actual del edificio es alarmantemente precario, por lo que se hace necesario adoptar las medidas oportunas para garantizar su subsistencia. Ninguna de las figuras jurídicas que hoy dotan al inmueble de cierta protección (el Conjunto Histórico Artístico de Calatayud y su Plan Especial de Reforma Interior y Protección) garantizan en la práctica su conservación, a la vista de la salvaje manera de proceder en materia urbanística. La catalogación municipal, por otra parte, no se corresponde, claramente, con el valor del bien, que sobrepasa con creces los límites del municipio de Calatayud.

*Texto escrito por Apudepa para la solicitud de declaración del edificio como Bien de Interés Cultural. 

Apudepa lleva años llamando la atención sobre el estado del edificio, incluso antes de conocer el extraordinario valor de los alfarjes. En mayo de 2013 pidió una urgente intervención. En septiembre de 2016 Apudepa instó a la Diputación General de Aragón a la declaración del palacio como Bien de Interés Cultural y al ayuntamiento de Calatayud a actuar para evitar la ruina del edificio. En enero de 2017 la Asociación ha tenido conocimiento del inicio de un proceso de expolio que afecta, entre otros bienes, al magnífico alfarje policromado, que ha sido parcialmente desmontado. Advertidas las autoridades del incidente, nos consta que algunas vigas se encuentran custodiadas en el Museo de Calatayud. Por todo ello solicitamos nuevamente una intervención de urgencia que detenga el deterioro y prevenga más expolios.