Sijenismo y antisijenismo

Fotografía de los dormitorios de cruces enteras del Real Monasterio de Santa María de Sijena. 28 de enero de 2017. CB.

Ya hemos explicado en otras ocasiones que en Apudepa nos negamos a aceptar el conflicto de Sijena como lo plantean ciertos sectores o medios a los que lo que menos les importa es la arquitectura y el patrimonio cultural. A estos últimos lo que les importa de Sijena es poder demostrar sus respectivas teorías nacionalistas. Es decir, que “Cataluña” es muy mala porque roba obras de arte y no las devuelve, o que “España”, o el “Estado”, o “Aragón”, son muy malos porque nos oprimen ahora quitándonos bienes. Y por eso les interesa la cuestión como conflicto nacional entre “Cataluña” y “Aragón” o, a otros, como conflicto entre “Cataluña” y el “Estado”. A quienes plantean así las cosas (y se hace frecuentemente desde los nacionalismos catalán y español y en ocasiones desde el nacionalismo aragonés) el patrimonio es lo que menos les importa. Muchos de ellos ni han estado en Sijena ni en el MNAC ni piensan estar nunca. No hay para ellos patrimonio en Sijena. Hay pura posesión, pura territorialidad.

Para Apudepa el conflicto de Sijena es muy otro, lo hemos dicho en múltiples ocasiones: es el conflicto derivado de la posibilidad de recuperar un lugar, una arquitectura y un patrimonio culturalmente sagrados que perdieron su unidad histórica por causa de la Guerra Civil Española. En el convencimiento de que, solo la conservación conjunta de arquitectura y patrimonio mueble eleva a su máximo valor artístico, histórico, social y cultural lo que de otra manera es un conjunto de piezas de museo de valor fragmentado y potencia castrada. Esta visión nace de una determinada comprensión de la arquitectura y del arte como fenómenos complejos constituidos de valores eminentemente perceptivos que procuran el máximo placer estético y el máximo deleite sensorial cuando son respetados como proyecto histórico.

Por todo ello es por lo que a nosotros el conflicto de Sijena nos interesa: por Sijena y por una manera de comprender el patrimonio cultural. Es por ello por lo que nos negamos a defender nuestra posición desde los ismos de los demás. Y como consideramos erróneo el marco del conflicto, hemos hecho nuestra propia lectura del mismo: Lo que está en cuestión es la comprensión del espacio de la obra de arte, y quienes batallamos somos quienes consideramos que tal espacio es concreto y “único”, por un lado, y quienes lo consideran abstracto e intercambiable, por el otro. Es el genius loci frente al museo. Por eso lo que vemos en el caso de Sijena es Sijenismo y antisijenismo:

  • Sijenismo (o sixenisme): Movimiento cultural que defiende la recuperación integral del Real Monasterio de Sijena y la reunificación de su patrimonio fragmentado y descontextualizado a causa de la guerra.

  • Antisijenismo (o antisixenisme): Movimiento cultural que defiende la conservación fragmentada y descontextualizada de los bienes del Real Monasterio de Sijena causada por la guerra y rechaza la recuperación integral del monasterio y la reunificación de su patrimonio.

Y por extensión (y dando alternativas para quien le parezca mal que dejemos el “anti” a los contrarios):

  • Sijenismo o integracionismo (sixenisme o integracionisme): Movimiento cultural que defiende la conservación integrada de las obras de arte en su contexto original y la unidad histórica de los conjuntos culturales.

  • Antisijenismo o fragmentarismo (antisixenisme o fragmentarisme): Movimiento cultural que defiende la conservación museificada y fragmentada de las obras de arte aun cuando conlleve la separación de su contexto original y el desmantelamiento mueble de la arquitectura.

Apudepa, no podría ser de otra manera, se reclama profundamente sijenista. Porque Sijena es una injusta herida de guerra que es posible cicatrizar. Porque es posible revertir la destrucción causada por el odio y por el abandono. Porque es posible volver a vivir y sentir ese vergel que un día fue a las orillas del Alcanadre y recuperarlo como centro de contemplación y de acción para la historia y el arte. Porque es necesario que Sijena asuma en la medida inevitable la destrucción causada por la guerra y que no se conforme con el mantenimiento de un daño subsanable.

El Estado, como aparato burocrático en general, es antisijenista: abandonó a Sijena, permitió su fragmentación y reparto y no asume la deuda histórica que le corresponde por una herida que causó una guerra suya.

El sijenismo es un proyecto cultural y Apudepa estará alerta para que se mantenga puro y atento al único campo que le importa: el de la obra de arte como generadora de deleite estético.